Poniendo en práctica tu fe de manera efectiva 

La fe que se queda en el terreno de la teoría no es fe en absoluto. Las Escrituras nos llaman a una fe que escucha, cree y luego actúa. En Lucas 10:38-42, María eligió sentarse a los pies de Jesús mientras Marta estaba distraída con muchas tareas. Jesús la elogió por elegir "lo único necesario". Poner en práctica tu fe comienza aquí: no con apresurarte a hacer algo por Dios, sino con detenerte a escuchar su Palabra. La fe nace en la intimidad. Hebreos 11:1-3 nos dice que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Esto significa que actuamos no porque las circunstancias tengan sentido, sino porque Dios ha hablado. Y sin fe, no podemos agradarle (Hebreos 11:6); nuestras acciones deben fluir de la confianza, no de la ansiedad ni la autosuficiencia.

Los justos viven por fe (Hebreos 10:38). Esta no es una postura pasiva; es un estilo de vida decidido. Pablo nos recuerda en 2 Corintios 5:17 que toda persona en Cristo es una nueva creación. Una fe activa significa vivir la realidad de quienes nos hemos convertido, no de quienes fuimos. Jesús dijo en Juan 14:23 que si lo amamos, guardaremos su Palabra, y entonces el Padre y el Hijo morarán con nosotros. Esto no es poca cosa: la presencia de Dios en el creyente es tanto la fuente como el sostén de cada acto de fe.

Cuando Jesús nos enseñó a orar en Mateo 6:9-13, nos dio un marco para vivir en dependencia activa del Padre, honrando su nombre, sometiéndonos a su voluntad, confiando en su provisión, viviendo en perdón y confiando en él para ser librados del mal. La oración es fe en acción. Pero en Mateo 17:14-21, la incapacidad de los discípulos para expulsar a un demonio expuso la brecha entre la creencia y la acción. Jesús señaló su incredulidad y les dijo que algunas victorias solo se logran mediante la oración y el ayuno. Hay una profundidad en la fe activa que requiere más que oraciones rápidas; exige una búsqueda disciplinada de Dios.

El Salmo 34:1-4 nos llama a bendecir al Señor en todo momento y a magnificarlo. La alabanza es una forma de fe activa porque declara la grandeza de Dios incluso antes de que las circunstancias cambien. David comprendió esto cuando se enfrentó a Goliat en 1 Samuel 17:45-51. No se apoyó en armas humanas, sino que vino "en el nombre del Señor Todopoderoso". Sus palabras y acciones fluyeron de la confianza en las promesas del pacto de Dios. La fe actúa sobre la base de quién es Dios, no de la magnitud del desafío.

Efesios 2:6 dice que estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales. Esa es nuestra posición de autoridad, pero Romanos 12:1-2 nos recuerda que debemos presentarnos como sacrificios vivos y ser transformados por la renovación de nuestra mente. La autoridad sin rendición conduce a la presunción. Cuando Jesús enfrentó la tentación en Lucas 4:4-10, usó la Palabra de Dios como su arma. Poner en práctica tu fe significa conocer su Palabra tan bien que moldea tus pensamientos, guía tus decisiones y resiste las mentiras del enemigo.

Dios le dijo a Jeremías en 1:9-10 que había puesto sus palabras en su boca para arrancar y plantar. No podemos actuar con fe a menos que andemos de acuerdo con Dios (Amós 3:3). La confesión de Pedro en Mateo 16:16 —que Jesús es el Cristo— fue la roca sobre la que Jesús prometió edificar su Iglesia. Esa revelación trajo autoridad: en Mateo 18:18-20, declaró que lo que atemos en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatemos quedará desatado en el cielo. Esta autoridad opera con mayor poder donde hay unidad en su nombre.

Pablo concluye en Efesios 6:10-18 que debemos ser fuertes en el Señor y revestirnos de toda la armadura de Dios: verdad, justicia, prontitud, fe, salvación, la Palabra y la oración. Esta armadura no es ornamental; es para usarla. Poner en práctica tu fe significa mantenerte firme ante el ataque, decir la verdad cuando te rodean las mentiras, orar cuando te sientes impotente y negarte a retroceder.

La fe no es simplemente creer que Dios puede; es vivir como si Él ya hubiera hablado, ya hubiera vencido y ya te hubiera equipado. Poner en práctica tu fe eficazmente es escucharlo como María, creerle como David, orar como Jesús enseñó y estar revestido de su armadura, listo para toda buena obra que Él ha preparado para ti.